Escena de playa - Vania Plate |
Llegó la hora de irse y cada quién empezó a levantar y cargar sus petates. Frío el día para meterse al agua sólo Nico pidió y pidió y consiguió meterse al mar "hasta los pies". Fuimos cargando todo y, embalados hasta la cabeza, procedimos a irnos. Lo que era un trámite terminó en escena: minino no se quería ir. Cada uno de nosotros cargaba varias cosas pero lo que nadie quería cargar era con el llanto y el capricho del que no quería irse.
"Nico vamos", a la una, "Nico vamos", a las dos, "Nico nos vamos igual, con vos o sin vos". Y procedimos a irnos. Hijo digno del desafío y de batirse a duelo, encaprichado de dos años, cruzó los brazos y se quedó y cuánto más se lo llamaba más se enterraba en la arena. Y yo me iba, y ninguno se quedaba para no seguirle el juego.
Ya para cuando lo estábamos por perder de vista detrás de un médano, vemos que una familia pasa a su lado y se asusta: el quetejedi tirado, boca arriba, ojos cerrados, brazos extendidos como muerto y la lengua afuera. Esta pobre gente miró y miró alarmada hacia todos lados y me vi obligado a llamarlo para evitar más sustos: "¡Nico, vamos!". Y el otro inmóvil, cara de piedra.
Aliviada la familia, entiende y se adelanta. Al pasar a mi lado, el padre me dice: "es un capo".
Aguantándome la risa, finalmente lo traje, serio, en andas.
Minino fingió una protesta.
2 comentarios:
Me gustó el relato veraniego, en serio.
Salud!
Se me paso este comentario, no lo había visto.
¡Gracias y salud Efa!
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