miércoles, 4 de septiembre de 2013

El tren más grotesco


La muchacha del Circo (1999) - Rodolfo Medina

   El tren se empeña en parecer lo más grotesco de un circo. 
   Así tenemos al sin patas que, sentado sobre un buffle procede al karaoke con la mejor impostación (su fiel asistente empuja el aparato musical cual carrito de discapacitados).
   Un sordomudo entra a los gritos pronunciando nada y agitando en nuestras caras un gran vaso con monedas.
   Un gordo de remera y pullover cortos exhibe el ombligo más gigante del mundo mientras vende los clásicos enganchados del amor con Sandro, Nícola di Bari y María Marta Serra Lima haciéndole el coro.
   La ciega cantautora de folclore, enana por cierto, compite a los gritos con el hombre mini componente, el cual corre con ventaja de volumen llenando hasta tres vagones de cumbia y salameros reggaetones.

   Una embarazada malabarista y tres hijos equilibristas no logran conmover a nadie y entre cambio de vías, frenadas y aceleres, hacen sus mejores piruetas agarrados de un solo pasamanos roto. 
   En la magia de Temperley las puertas se abren como telón y un enroque de personas demuestra que donde había uno muy apretado entran seis más. La muchedumbre, la muchachada y la punguería seguirían pujando por entrar pero el tren cierra las puertas: la función debe continuar.
   El público como siempre, cabizbajo y meditabundo, raramente aplaude. Sin embargo, payasos que opinan de todo y por todos nunca faltan
   Al final del recorrido, en la estación principal, unos corren y otros simplemente escapan. 
   En la despedida, tintineos de silencios quedan por todo ¡turuntumtúm plishhh! final.
   Nueva gente entra, se agolpa, un hombre-dragón abre la boca y la función vuelve a empezar. 




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