Es agreste el agua
duele en el garguero, duele en la piel.
En cada remanso un respiro
y también el esfuerzo de atajar la corriente.
Es agreste al músculo, a la mirada, al refugio
y a la brisa.
En el rostro, la frescura se evapora.
En la sangre quema.
Y así -agreste- se inyecta en nuestros ojos
y aguarda envuelta,
ovillándose
en incansables remolinos.
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